Recientemente me he dado cuenta de que ya no soy tan hiperactivo como solía ser. Sí, tenía lapsos frecuentes de hiperactividad y los bajones anímicos del que inevitablemente se acompañan.
Primero aclararé lo que quiero decir por hiperactividad en este caso: el síntoma era que súbitamente algo dentro de mí parecía esmerarse en gastar todo el ánimo que tenía disponible para el día en unas pocas horas. Un derroche inútil y casi siempre contraproducente de mi poca vitalidad, además de que al gastar la energía del día en unas horas, el resto del día se volvía tedioso y letárgico. Llegaba un punto en que durante dichos lapsos de excesiva energía me sentía ya infeliz porque sabía el letargo que me esperaba.
Para aquellos que todavía no hayan entendido a lo que me refiero, o simplemente quieran recordar al gran Cornholio, este video es una representación más gráfica de lo que refiero.
Sí, en mi adolescencia intenté personificar al gran Cornholio más de lo que me interesa admitir, pero ése no es el punto.
Recientemente, platicando con unos amigos, caí en cuenta que ya no he sufrido dicha hiperactividad. Ni siquiera recordaba ya que la padecía. No sé exactamente porqué, pero en los últimos dos años me han pasado bastantes cosas, a las cuales podría atribuir la desaparición de éstos síntomas, pero la verdad tampoco me interesa demasiado conocer la causa de la cura.
Las personas con quienes trato pueden -probablemente con razón- decir que todavía los importuno con brotes de estos síntomas. Sin embargo puedo asegurar que son mucho menos frecuentes y más débiles de lo que en algún momento fueron, y para mí al menos, es una excusa menos para ser infeliz, lo cual digo con gusto.
And as a bonus, an ode to the Great Cornholio. You can not escape the Almighty Bunhole. Surrender.
